La inquietante historia de Oliver Twist

Hace unos días leímos en clase un fragmento de Oliver Twist, y al leerlo en clase me ha llamado muchísimo la atención y al leer me ha interesado mucho la muerte de la madre de Oliver, y el tema de  la muerte, me ha llegado al corazón, entonces he pensado que lo mas apropiado es hacer un dialogo sobre este fragmento. También por ultimo he comentado este fragmento y también he utilizado el dialogo para que le de un toque de creatividad.


Primero os adjunto el fragmento.

Que trata del lugar donde nació Oliver Twist y de las circunstancias que concurrieron en su nacimiento

Entre los varios edificios públicos de cierta ciudad, que por muchas razones será prudente que me abstenga

de citar, y a la que no he de asignar ningún nombre ficticio, existe uno común, de antiguo, a la mayoría de

las ciudades, grandes o pequeñas; a saber: el Hospicio. En él nació —un día y año que no he de molestarme

en repetir, pues que no ha de tener importancia para el lector, al menos en este punto del relato— el ser

mortal cuyo nombre va antepuesto al título de este capítulo.

Bastante después de haber sido introducido en este mundo de pesares e inquietudes por el médico de la

parroquia, abrigáronse innúmeras dudas de que el niño sobreviviese siquiera lo preciso para llevar un

nombre, en cuyo caso es más que probable que estas Memorias no hubiesen aparecido jamás, o, de haberse

publicado, al hallarse comprendidas en un par de páginas, hubieran poseído el inestimable mérito de

constituir la biografía más concisa y fiel de cuantas existan en la literatura de cualquier época o país.

Si bien no estoy dispuesto a sostener que el haber nacido en un hospicio sea, por sí sola, la circunstancia más

afortunada y envidiable que pueda acontecer a un ser humano, sí he de decir que, en este caso particular, fue

lo mejor que pudo haberle ocurrido a Oliver Twist. Es el caso que se tuvieron grandes dificultades para

inducir a Oliver a que tomase sobre sí la tarea de respirar, práctica molesta, pero que la costumbre ha hecho

necesaria para nuestra cómoda existencia, y durante un rato permaneció boqueando sobre un colchoncillo de

borra, suspendido de manera harto inestable entre este mundo y el otro, indudablemente inclinada la balanza

en favor de este último. Ahora bien: si durante ese breve período hubiese estado Oliver rodeado de solícitas

abuelas, anhelosas tías, expertas nodrizas y doctores de honda sabiduría, inevitable e indubitablemente

hubiera muerto en un decir amén. Mas como no había sino una pobre vieja, bastante aturdida por el

inusitado uso de la cerveza, y el médico de la parroquia, que desempeñaba estas funciones por contrata,

Oliver y la Naturaleza pudieron dilucidar la cuestión por sí solos.

El resultado fue que, mediante algunos esfuerzos, Oliver respiró, estornudó y procedió a anunciar a los

huéspedes del Hospicio el hecho de la nueva carga impuesta sobre la parroquia, lanzando un grito todo lo

agudo que lógicamente podía esperarse de un infante que sólo poseía ese utilísimo accesorio que es la voz

desde un espacio de tiempo no superior a tres minutos y cuarto.

Tan pronto como Oliver dio esta primera prueba del libre y adecuado funcionamiento de sus pulmones

agitose la remendada colcha que se hallaba desaliñadamente extendida sobre el lecho de hierro, se alzó

desmayadamente sobre la almohada el rostro pálido de una joven y una voz apagada articuló de un modo

imperfecto estas palabras:

—¡Dejadme ver a mi hijo antes de morir!

El doctor, que se hallaba sentado cara al fuego, calentándose y frotándose las manos alternativamente, al oír

la voz de la joven se levantó y, acercándose a la cabecera de la cama, murmuró, con más dulzura de la que

pudiera esperarse de él:

—¡Vamos! No hay que hablar de morirse todavía.


2


—¡Pues claro que no…! —exclamó la enfermera, depositando apresuradamente en su bolsillo una botella de

verde cristal que estuvo saboreando en un rincón con evidente regusto—. ¡Que Dios bendiga vuestra alma!

Cuando hayáis vivido tanto como yo y hayáis tenido trece hijos, muertos todos, menos dos, que están

conmigo en este hospicio, ya veréis cómo no lo tomáis de ese modo. Pensad en lo que es ser madre y en que

hay aquí un corderillo que criar, ¡ea!

Evidentemente, esta consoladora perspectiva de esperanzas maternas no surtió el efecto apetecido. La

paciente movió tristemente la cabeza y tendió la mano hacia su hijo.

El médico lo depositó en sus brazos. Ella apretó ardientemente sus pálidos labios sobre la frente del niño, se

pasó luego las manos sobre el rostro, miró en derredor con ojos extraviados, se estremeció, cayó de

espaldas… y murió. Frotáronle el pecho, las manos y las sienes; mas la sangre se había detenido para

siempre. Antes habían hablado de esperanza y de consuelos. Hacía mucho tiempo que éstos eran

desconocidos para ella.

—¡Todo ha terminado, señora Thingummy!— dijo el médico, al cabo.

—¡Ah! ¡Pobrecita! Ya lo veo —murmuró la enfermera, recogiendo el tapón de la botella verde, que se había

caído sobre la almohada al tiempo de inclinarse a levantar al niño—. ¡Pobre mujer!

—No os molestéis en mandar por mí si el niño llora —dijo el médico, poniéndose los guantes con gran

parsimonia—. Es muy probable que esté molesto. En ese caso, dadle un poco de papilla —púsose el

sombrero y, deteniéndose junto a la cama, camino de la puerta, añadió—: Era guapa la muchacha… ¿De

dónde vino?

—La trajeron anoche —respondió la vieja— por orden del visitador. La encontraron tendida en la calle.

Debió de haber andado mucho, pues traía los zapatos destrozados; pero nadie sabe de dónde venía ni adónde

iba.

Inclinose el doctor sobre el cadáver y le alzó la mano izquierda.

—¡Lo de siempre! No hay anillo de boda. ¡Ah! ¡Buenas noches!

Fuese el médico a cenar, y la enfermera, tras haberse aplicado una vez más a la verde botella, se sentó en

una silla baja delante del fuego y comenzó a vestir al infante.

¡Qué excelente ejemplo, el joven Oliver Twist, del poder de los vestidos! Liado en la colcha que hasta este

momento fuera su único abrigo, lo mismo podría haber sido el hijo de un noble que el de un mendigo; difícil

le hubiera sido al más soberbio desconocido asignarle su puesto adecuado en la sociedad. Mas ahora,

envuelto ya en las viejas ropas de percal, amarillentas de tanto uso, quedó clasificado y rotulado, y al

instante ocupó su debido lugar: era el hijo de la parroquia, el hospiciano huérfano, el galopín humilde y

famélico que ha de ser abofeteado y tundido a su paso por el mundo, despreciado por todos y por nadie

compadecido.

Oliver lloraba con fuerza; mas si hubiera podido saber que era un huérfano a merced de las indulgentes

gracias de capilleros y limosneros, acaso hubiera llorado mucho más.



-El diálogo

En el desgastado salón del hospicio, donde las sombras danzaban con la luz titilante de una vela, Oliver Twist y la anciana enfermera, conocida como la señora Thingummy, entablaban un diálogo peculiar.

*Oliver Twist:*(entre sollozos) ¿Por qué lloro tanto, señora Thingummy?

*Señora Thingummy:*(mientras sostiene una botella verde) ¡Ay, pequeño Oliver! Lloras porque el mundo es un lugar complicado. Pero no te preocupes, yo te cuidaré.

*Oliver Twist:* ¿Por qué la gente se muere tan rápido?

*Señora Thingummy:* (suspirando) La vida es como una vela, Oliver. A veces, la llama se apaga antes de que esperemos. Pero mira, ¿quieres un poco de papilla para calmarte?

*Oliver Twist:* (asiente con la cabeza) Sí, creo que sí.

Mientras la señora Thingummy preparaba la papilla, la vieja enfermera continuó con su reflexión.

*Señora Thingummy:*(murmurando) La madre de uno se va, y la vida sigue. Así es la realidad, mi pequeño huérfano. Pero tranquilo, no estás solo. Tendrás al hospicio y a mí.

**Oliver Twist:** ¿De dónde vino mi madre?

*Señora Thingummy:* (levantando una ceja) ¡Ah, eso es un misterio, querido Oliver! La trajeron anoche, destrozada y sin zapatos. Nadie sabe de dónde venía ni adónde iba. Un enigma envuelto en pañales.

*Oliver Twist:* (con curiosidad) ¿Y mi padre?

*Señora Thingummy:* (riéndose suavemente) Ay, Oliver, a veces los padres son como fantasmas, aquí y luego desaparecen. Pero no te preocupes, encontrarás tu camino.

Justo cuando Oliver iba a formular otra pregunta, el médico de la parroquia, quien regresaba después de su cena, irrumpió en la habitación.

*Médico de la parroquia:*(poniéndose los guantes) Bueno, parece que el pequeño Oliver está de ánimo para la papilla.

*Oliver Twist:*(mirando al médico) ¿Por qué la gente muere, doctor?

*Médico de la parroquia:* (sonriendo tristemente) La muerte es parte de la vida, Oliver. Pero tú eres fuerte, ¿verdad?

*Señora Thingummy:*(levantando su botella) ¡Por la vida y por el pequeño Twist!

Y así, en ese rincón del hospicio, con papilla en la mano y misterios en el aire, Oliver Twist comenzó su viaje, rodeado de personajes tan singulares como la vida misma.


-Comentario sobre este fragmento, utilizando también el dialogo

En el oscuro teatro de la vida, entre las sombras de un hospicio nació Oliver Twist, un pequeño actor en la tragedia de la existencia. Mientras el médico de la parroquia le guiaba hacia el escenario, la incertidumbre tejía su propio drama en los bastidores.

*Médico de la parroquia:* (con tono teatral) ¡Silencio, silencio en el teatro de la vida! Un nuevo protagonista ha nacido en el hospicio. ¡Que comiencen los actos de esperanza y desafíos!

Entre dudas y suspiros, Oliver, el recién llegado, luchaba por su primera bocanada de aire, suspendido entre este mundo y el otro como un actor novato en su primer ensayo. Sin embargo, no había un coro de abuelas o sabias nodrizas para intervenir; solo la naturaleza y una anciana aturdida por el inusitado uso de la cerveza.

*Enfermera:* (agitando una botella verde como una varita mágica) ¡Que la comedia de la vida continúe! ¡Por la supervivencia del pequeño Oliver!

El telón se levantaba, revelando la colcha remendada que simbolizaba el cálido abrazo de la incertidumbre. Pero el destino no es un dramaturgo misericordioso. La joven madre, con sus líneas borrosas de palabras y su última petición, marcó el fin de su acto en el gran escenario.

*Médico de la parroquia:* (alzando la mano) ¡Cortinas, cortinas para la tragedia! Una madre se despide, y el telón desciende.

La enfermera, actriz secundaria en esta historia, recoge el tapón de la botella verde, dejando caer una lágrima invisible en el proceso.

*Enfermera:* (susurrando) ¡Qué papel más trágico ha desempeñado esta pobre mujer!

Y mientras el médico se retiraba a cenar, la enfermera, ahora directora de vestuario, comenzaba a tejer la trama de Oliver. Liándolo en ropajes antiguos, amarillentos de historias pasadas, lo etiquetaba con etiquetas invisibles que lo clasificaban como el hijo de la parroquia, un protagonista condenado al ostracismo.

*Enfermera:* (mirando al lloroso Oliver) ¡Y así, querido Oliver, comienza tu actuación en el teatro de la vida! Que tus lágrimas se conviertan en una obra maestra, y que los vestidos del destino te conduzcan por caminos inexplorados.

Y así, en este drama inesperado, Oliver Twist lloraba, ajeno a los giros y vueltas que la trama de su vida aún le deparaba en este extraño escenario llamado mundo.


Sara













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